¿Por qué el vino es tan importante para mí? ¿Qué es lo que tiene que me atrapa tan profundamente?  ¿Por qué siento esta conexión tan intensa?

Siempre he sabido lo que no significa para mí:  No se trata de los puntos que alcance ni de someterlo a un análisis competitivo, aunque tengo que admitir que como cualquier profesional del vino siempre estoy lista para la próxima cata a ciegas.

Tampoco se trata de la necesidad de repetir una y otra vez lo que he aprendido a pesar de que puedo pasar horas pensando en cómo puedo capturar la esencia de un vino y expresarla en palabras.

Quizás se trata de esto:  Amo el vino porque es una de las últimas experiencias  auténticas que existen.

En un mundo digitalizado y virtual, donde no podemos quitarnos la Pijama sin soltar el celular, el vino permanece completamente primordial.  Sin prisas.

A veces puedo escuchar, la música silenciosa de la naturaleza que corre a través de él.

Durante 8,000 años consecutivos las viñas que prenden en la tierra han crecido buscando el sol para brindarnos sus uvas jugosas y más tarde su mejor regalo…Vino.

En cada sorbo que tomamos en el presente, bebemos en el pasado, ese momento en particular donde las uvas fueron recolectadas.  Un momento perdido pero recapturado de una manera tan intensa que nuestra alianza con la naturaleza se forja profundamente.

El vino y la gastronomía definen nuestra comunidad humana. Antropológicamente han sido los placeres que han llevado la vida hacia adelante y nos han sostenido a través de las horas, a veces oscuras,  de nuestra evolución como especie.

Tomar vino entonces, a pesar de lo pequeña que esta acción pueda parecer, constituye una experiencia centrante y transformativa.

Por esa conexión ineludible es que el vino es tan importante para mí.